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martes, 21 de agosto de 2007

Cajón de sastre: "El Baño" (por Carmen Jara, bibliotecaria de Ceutí)

Es para este diario digital todo un placer y a la vez un lujo incorporar como nueva colaboradora del mismo a Carmen Jara, gran amiga, gran persona, amante de su pueblo, y que como profesión tiene el ser Bibliotecaria de Ceutí.
En el afán de El Alboroque Digital de ir contando cada vez con más colaboradores que nutran de contenidos más que interesantes al mismo y a la vez inviten a más lectores a seguirnos, Carmen Jara es todo un premio para este diario digital. Es de sobra conocida en Ceutí, amante de la cultura, bibliotecaria de profesión, y siempre presta a colaborar en todo lo que se le pide.
A partir de hoy inauguramos una nueva sección llamada "Cajón de sastre" que va a estar dirigida por Carmen Jara y que irá apareciendo de forma regular en nuestro Alboroque Digital, con escritos variados y curiosos que desde luego no pasarán desapercibidos para nadie. Desde aquí queremos agradecer a Carmen su apoyo desinteresado y le deseamos el mayor de los éxitos.

CAJÓN DE SASTRE: "EL BAÑO"
(Texto de Carmen Jara, bibliotecaria de Ceutí)
Pasar una mañana en la playa y más si es el mes de agosto, no tiene nada de extraordinario. Pero para mí si que lo tenía dado que hacía varios años que no me acercaba a la orilla de mar. No por gusto sino por acompañar a mi madre, decidí aventurarme a pasar una agradable, fresca y relajada jornada matutina en la arena. De ahí no pensaba pasar. La orilla arenosa de la playa era a lo más que llegaba el sacrificio por mi madre. El baño no estaba en mi proyecto ni de lejos. Siempre me ha dado mucha tiricia que la arena se me pegue al cuerpo cuando estoy mojada.
Cargadas con lo "imprescindible" en estos casos: la sombrilla, las silletas, las toallas, gafas de sol, gafas para la lectura, la lectura (un periódico y una revista "del corazón"), el protector solar y todo ello perfectamente colocado en una bolsa de playa del tamaño de un monovolumen de los que ahora están tan de moda, emprendimos el camino. El hecho de tener que andar por la arena hasta el lugar elegido para descargarnos de todo lo que transportábamos era un tormento digno de la Santa Inquisición.
La arena quemaba como si fueran brasas listas para asar lo que le pusieran encima. Entre saltitos para no sufrir quemaduras de tercer grado en mis pobres pies, a pesar de no haberme despojados de las sandalias, coloqué la sombrilla y me vino a la cabeza aquello de poner una pica en Flandes. En la exigua sombra que proyectaba traté de ubicar la superbolsa esperando que aún quedara espacio para mí. El calor era agobiante pero las personas que estaban a mi alrededor no parecían sentirlo porque algunas tomaban el sol como los lagartos que necesitan coger temperatura para poder sobrevivir. Cuando por fin pude quitarme la camisola que llevaba encima de mi flamante biquini y comencé a darme el protector solar, descubro horrorizada que la superficie depilada era claramente insuficiente o el biquini más pequeño de lo que creía. Con todo el cuidado del mundo fui untando todo mi cuerpo de crema para que me cubriera lo que no tapaba el bañador, y me dispuse a sentarme en una de las silletas que habíamos traído y así poder empezar mi lectura playera.
Todo iba bien hasta entonces pero a partir de ese momento se iba a complicar. Mi mano, debido probablemente a un exceso desmedido de crema solar, resbala de la silleta y va a hundirse en la arena. Me miro la mano con un gesto entre risa y asco y trato de quitármela como puedo. Ni que decir tiene que cuanto mas trataba de hacerla desaparecer, más me llenaba por todas partes. Decido dejarla como está y cojo para empezar "El País". Después de unos minutos, tanta luz me molestaba para leer y como mis gafas de sol no son graduadas, decido ponerlas encima de las de leer. Mucho "glamour" no puede decirse que destilara en esos momentos. Al rato y pareciéndome que me había caído arena en la barriguita, me miro y veo que parte del texto del periódico lo tenía marcado en mi abdomen debido al pringuerío que llevaba encima. Blanca como la nácar que estoy gracias a los muchos años de guardarme muy y mucho del maligno sol, y con parte del cuerpo tatuado con un artículo sobre economía ( la palabra TAE se podía ver claramente ), decido tratar de eliminar toda esa tinta de mi blanco cuerpo cuando de pronto, una suave brisa marina me arranca de las manos el periódico hoja a hoja. Un amable señor se apresuró a echarme una mano y me devolvió una de las hojas diciendo: "Se le ha volado el País, señora". En ese momento decidí que tenía que hacer algo drástico. Me metería en el agua y acompañaría a mi madre en su tranquilo baño. Fue la mejor decisión que podía haber tomado. El agua estaba limpísima, con una temperatura fantástica y las medusas debían estar ocupadas fastidiando a otros bañistas y no se nos acercaron. ¡Que buen baño después de tanto tiempo!

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