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martes, 18 de septiembre de 2007

Cajón de sastre: "Feminimachismo"

Texto de Carmen Jara, Bibliotecaria de Ceutí.
FEMINIMACHISMO.-
Ayer estaba leyendo el periódico y me encontré con un artículo que me hizo mucha gracia. Ahora se hacen estadísticas de cualquier cosa y, al contrario de hace unos años, ahora se puede hablar de todo y si es de sexo mejor. Que nadie crea que estoy en contra de todo esto, muy al contrario.
Volviendo al artículo del periódico, parece ser que se ha hecho un estudio de donde se desprende que las mujeres cuando nos despertamos por la mañana preferimos un buen desayuno y los hombres hacer el amor. Además, según este mismo artículo, los murcianos se levantan de peor humor que el resto de los españoles. Lo que ya no aclara este artículo es si los que peor humor tienen es porque la mujer decide saltar de la cama para encontrarse con una buena taza de café en vez de alegrarle el día al marido, o si ese mal humor lo provoca unas malas relaciones sexuales. Mejor corramos un tupido velo.
Que las mujeres somos diferentes a los hombres es algo que parece que ya han demostrado otros estudios. Nuestro cerebro trabaja y se comporta de forma distinta y nuestras hormonas son también diferentes por lo que a nivel químico también lo somos. Esto no tiene nada que ver con que ambos sexos estén igual de cualificados para hacer las mismas cosas.
Hace semanas escribí unas notas relacionadas con unas reflexiones mías sobre las diferencias que veo entre hombres y mujeres aunque estas reflexiones están hechas sin ningún criterio científico por supuesto, sólo a nivel de observar lo que veo a mi alrededor.
Si bien es cierto que la situación de la mujer ha cambiado mucho y para bien en los últimos años, no es menos cierto que todavía nos queda mucho por andar.
Hay ejemplos muy claros y cotidianos que nos dan cuenta de ello. En nuestro día a día damos por sentado actitudes que nos hablan de un pasado no muy lejano en el que el hombre era el rey de la casa, el cabeza de familia. A parte de su trabajo, pocas eran las obligaciones que tenía en el hogar y todo lo que hiciera además lo convertía en un especimen raro al que había que mimar y alabar por su buena predisposición. Aquel que cambiaba una bombilla, descolgaba las cortinas para que se lavasen y hacía los agujeros en la pared para colgar un cuadro, era un fuera de serie.
Como ya he dicho al principio, eso ha cambiado bastante pero a poco que miremos a nuestro alrededor veremos que no es todavía suficiente. Si no, fíjense en un grupo de personas donde hayan hombres, mujeres y niños ¿quiénes son los que más enredados y pendientes de estos últimos están?. Valga otro ejemplo: ¿quiénes son los primeros que se sientan a la mesa para comer y quienes están atareadas poniendo y quitando cosas, dándole de comer a los niños...?. Son trivialidades pero sirven para ilustrar mi argumentación.
En pocas ocasiones, por no decir en ninguna, he oído que se alabe a una mujer porque sepa guisar, tender la ropa, planchar, bañar a su hijo, cambiarle los pañales, levantarse por la noche cuando llora o está enfermo, no dormir hasta que no llega a casa, etc. El hombre que hace todo esto está a un paso de salir en los informativos. Recuerdo haber visto hace unos años en televisión un reportaje sobre un caballero que llevaba la casa para adelante (amo de casa) mientras su mujer se marchaba al trabajo.
Las mujeres de hoy están capacitadas para desempeñar su trabajo igual que los hombres y además cuando llegan a casa, y aunque tengan a alguien que ayude en las faenas domésticas, todavía tendrán cosas que hacer. Pocos son los hombres que alargan su jornada de trabajo realizando labores domésticas en casa.
A la mujer nos cuesta mucho más esfuerzo ejercer la opción de trabajar fuera de casa y a veces esta decisión nos produce un complejo de culpabilidad al tener que dejar a nuestros hijos solos. Este sentimiento es algo muy nuestro y nunca he oído entre los hombres que conozco que hayan sentido esta preocupación y sí lo han manifestado muchas de mis amigas y conocidas. Y es que los hijos, todavía, son más de las madres que de los padres.
Las nuevas generaciones femeninas vienen pisando fuerte y ahora están demostrando todo lo que valen. Están en todas las profesiones y son más en casi todas las carreras universitarias, incluso en las que se consideraban tradicionalmente de hombres. Pero siempre le cuesta más a una mujer llegar a los puestos más altos porque muchas de ellas todavía renuncian a ofertas que les obliguen a estar menos tiempo con sus hijos, con su familia.
Esto no es bueno ni malo siempre que la mujer pueda optar libremente por una cosa u otra. El mundo femenino siempre ha sido complicado y los nuevos tiempos nos traen nuevas complicaciones. Adaptarse a las circunstancias también ha sido siempre una cualidad muy femenina. Estoy segurísima de que las jóvenes encontrarán nuevos caminos que recorrer y nuevas metas que conseguir sin olvidar nunca que el hombre es un buen compañero de viaje si sabe adaptarse a estas nuevas circunstancias.
No quiero acabar sin reconocer que hay hombres que saben compartir con sus compañeras el placer de llevar adelante juntos un plan de convivencia, compartiendo y ayudándose mutuamente en un proyecto de vida común, en el cuidado y educación de los hijos. A ellos mis más sincera enhorabuena y mis felicitaciones.

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