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viernes, 14 de noviembre de 2008

La Voz Silenciosa: "La soledad en compañía"

Texto gentileza de José Francisco Díaz Salado para el Alboroque Digital
Sí, ya sé que soy un poco extraño muchas veces. Incluso si lo piensan por el título de esta sección "LA VOZ SILENCIOSA" pero quizá no sea yo el equivocado. La voz puede ser silenciosa y seguir escuchándose, como se puede estar acompañado y padecer del mal de la soledad.
La soledad aislada es dura, triste. No te queda más solución que gritarla a los cuatro vientos, contra las paredes de tu casa o comértela con patatas a pesar de que está llena de tierra y piedras y hace daño, mucho daño. Es una sensación de dolor profundo, áspero, lento y penoso.
La soledad se tiene, se produce por circunstancias ajenas a uno mismo o se gana. Nada es gratuito. Además hasta llegar a ella, has pasado por el dolor de la pérdida de algo o de alguien. Si es algo y material, se lleva los amigos, que después de todo no lo eran. Si es personal, arrancan un trozo de ti y ese vacío es difícil de llenar, difícil de taponar la herida que se ha producido.
Sabemos que es ley de vida, que tenemos que ir dejando por el camino personas queridas. Que ellos te dicen que si alguna vez sucede que se van antes que tú, que continúes tu camino, que tu felicidad está por encima de todo. Y tú lo intentas, por Dios que lo intentas, pero es un camino largo. Es un camino por el que vas encontrando siempre recuerdos, formas, momentos, músicas, poemas… Un casi poco que hace un todo que se puede tornar infernal. Que te quita el sueño, que no te deja centrarte en tu trabajo, que hay veces en que todo te da igual: Esa es la soledad sin remedio, la soledad sin nadie.
Pero existe otra soledad, si cabe más dolorosa, distinta, impensable. Es la soledad en compañía.
Ese día en que te das cuenta de que estás rodeado de gente, de familia, de amigos, que has conseguido estabilidad, que crees que tienes todo o por lo menos lo necesario. Y entonces quieres reclamar de los demás el espacio que crees que te corresponde.
Pero resulta que en aras de la consecución de todo lo material, has ido dejando atrás o a un lado a los seres que te rodean. Que por los errores que has cometido (porque casi todos cometemos errores, bueno todos sería más correcto) te pasan factura aun quienes no debían hacerlo, porque han sido beneficiarios de tu esfuerzo. Por la falta de tiempo y espacio. Esos que no les has dedicado, lo han ido llenando con sus momentos diarios y a ti te han ido dejando como un imposible, aunque no haya sido de forma premeditada.
Te has quedado aislado, luchando. Mirando al frente, sin perder el tiempo en una mirada siquiera furtiva hacia los lados y mucho menos hacia atrás. Siempre adelante, dejando en tu camino migajas sin recoger. Y cuando crees que estás en el final del camino, cuando esperas ser feliz y disfrutar de todo lo conseguido y seguir con tu ambición de ser algo más y de que los que te rodean sean mejores que tú… encuentras a tus costados y en tu espalda un vacío que has dejado atrás en tu prisa. No han sido capaces o no han querido simplemente seguirte.
Tú tienes una gran parte de culpa, diría que toda, por no haberte comunicado. Por no haber sabido compartir. La prisa, la velocidad, las ansias… ¡Puñetas! Sólo has logrado una cosa, y os juro que es terrible: Sentirte sólo en medio de la multitud.
Has conseguido lo que decía al principio: LA SOLEDAD EN COMPAÑÍA.
La más triste de las soledades, el no sentirte nada, el no ser nada, porque sólo eres poco menos que un grano de arena en un desierto. Y algunas veces un grano en el culo que molesta más de lo debido.
Si de algo sirve lo que yo pueda deciros hoy, no perdáis jamás de vista a quienes os acompañan en el trayecto. El viaje es de todos, y todos necesitan su parte en tu lucha, para sentirse alguien a tu lado. No permitas que no deseen seguir contigo y estén contigo pero sin ti. Y por supuesto, tú sin ellos.
LA SOLEDAD EN COMPAÑÍA ES LA PEOR DE LAS SOLEDADES.
SED FELICES.

1 comentario:

  1. Estoy contigo. La voz es silencio a veces pero, no por ello, no se pude escuchar, solo si somos capaces de mirar a los ojos, nos daremos cuenta que el silencio también habla. La voz silenciosa, la voz del silencio, incluso el silencio, es capaz de gritar.

    Un abrazo.

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