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jueves, 4 de diciembre de 2008

La Voz Silenciosa: "Los glotones de la vida"

Texto gentileza de José Francisco Díaz Salado para el Alboroque Digital
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define al glotón como el que come con exceso y con ansia. Y todos sus sinónimos: goloso, voraz, comilón, tragón, hambrón, zampabollos y tragaldabas.
Pues hay quienes la vida nos la comemos como si fuéramos auténticos glotones. O, dentro de los sinónimos, el que más me gusta es el de tragaldabas, por su similitud con Goliat, aquel gigantón de El Capitán Trueno. Todavía me acuerdo, El Capitán Trueno con su cota de mallas, la bella Sigrid, reina de la Isla de Thule, y Crispín, el tímido muchacho que les acompañaba en todas sus aventuras.
Retomando el tema de hoy, muchos de nosotros somos tragaldabas de la vida. Y para que nadie se ofenda, aunque no hay motivo para ello, me pongo yo mismo como ejemplo.
Desde mi más tierna infancia –y juro que de eso hace mucho tiempo ya- siempre pensé lo mismo. Que cuando se está durmiendo no se vive y, por tanto, he pasado mi vida durmiendo máximo cuatro horas al día. Alguna vez no he tenido más remedio que dormir alguna más, pero no muchas, como máximo ocho. E incluso alguna que otra vez, eso sí cuando era mucho más joven, he pasado dos ó tres días sin pegar ojo. Luego un par de horas de sueño, una buena ducha y a seguir.
Y así, con este ritmo he ido devorando la vida. Y aún hoy sigo más o menos. Pero… puesto a pensar, cosa que cuando más me acerco a las cotas altas de la edad más ejerzo, me da por imaginar qué hubiera sido mi vida si la hubiera tomado a tragos algo más pequeños.
Os juro que me resulta difícil. Siempre he ido de un lado a otro con la máxima rapidez que me ha sido posible. Donde me han necesitado he estado y si no me han necesitado, me he aproximado por si hacía falta. El caso era y es estar a disposición de los demás. Mi duda es si lo he hecho por vocación o por afán de protagonismo.
Eso es devorar la vida, ser auténticos glotones. Y sin embargo de las cosas más sencillas, más cercanas, más humanas y más reconfortantes, he pasado a la misma velocidad, es decir, sin prestar atención.
Y hoy me arrepiento. Aunque he de confesar, que son momentos de reflexión que no suelen durar mucho, porque enseguida me acuerdo que tengo algo que hacer. Lástima, porque se me ablanda el corazón y me pongo murrio hasta hartarme.
La novia, la mujer, los amigos, los padres, los hermanos, los nietos… Todos son como puntos de avituallamiento, pero no metas, sólo eso o como mucho etapas.
Y cuando pasa el tiempo, te das cuenta, de que en pos de intentar conseguir o conseguir cosas importantes, te has ido dejando a tu paso las que no creías que tuvieran más interés que el justo y necesario.
Y te arrepientes, por Dios que te arrepientes. Y lo lloras internamente.
Lo malo es que ya no tiene arreglo, por lo menos pienso que para mí no lo tiene. ¿O quizá sí? Tendré que pensarlo en un descanso de mi ajetreo.
Si a ti que me estás leyendo, consigo explicarte lo suficiente este sentimiento. Si tú que estás prestando atención a lo que digo, te llega el mensaje que quiero darte, te pido algo. Si lo crees oportuno, lo tomas y si no… tú verás. Es tu vida después de todo.
Es mucho mejor poner freno a las apetencias de voracidad que te asaltan y comer de todo, pero en pequeñas cantidades. Saborearlo y paladearlo debidamente. Sólo de esa forma podrás apreciar, como en los buenos manjares, que lo importante no es la cantidad sino la calidad.
Y calidad, en nuestras vidas, hay mucha, sólo que no sabemos apreciarla, y cuando lo hacemos quizá es demasiado tarde.
Entonces, estamos solos. En esa soledad que un día llamé SOLEDAD EN COMPAÑÍA.
Que no os pase a vosotros si podéis poner aún remedio.
SED FELICES.

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