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viernes, 29 de febrero de 2008

Costumbres Murcianas: "Alpargateros"

"Costumbres Murcianas" es una sección de El Alboroque Digital realizada por Carlos Gargallo, Vocal de Cultura de la Peña Huertana "El Tablacho" de Murcia.

ARTESANÍA MURCIANA
El primer problema que se le presenta al artesano alpargatero es el de la materia prima necesaria para el trabajo. Las fibras que lo hacen posible son el cáñamo, yute, esparto y pita debidamente hilados que escasean en gran medida y que, cuando se encuentran, sus precios hacen imposible la rentabilidad de su esfuerzo.
Porque lo hicieron de toda la vida, por romanticismo o porque les entretiene en las horas libres que ha dejado la jubilación en otras actividades, todavía milagrosamente se pueden encontrar los artífices de esta cadena que da término a que en el comercio se puedan encontrar un par de alpargatas como Dios manda, y si no en el comercio, seguro, en la venta ambulante de mercados y ferias.
El hilador o cordelero tiene la función de proporcionar el hilo que habrá conseguido en cientos de “paseos” en carrera mecánica o manual en cantidad próxima a los cinco kilos de hilo diario. Cáñamo de importación o yute será la materia elegida. También un híbrido que los del oficio llaman “encapao” y que no es más que el yute recubierto de cáñamo.
Con el hilo en las manos, el maestro alpargatero comienza por el urdido de la suela. Utiliza en este trabajo, que realiza con una endiablada velocidad- se suele trabajar a destajo-, el banco típico de madera con alas y un punto de apoyo o palote en el centro que ayuda a cerrar y apretar las puntas. El artesano toma asiento en la borriqueta o caballete. Hay que señalar que esta faena suele hacerse en cadena. El alpargatero que urde es distinto al que cose. Igualmente, las lonas de la alpargata la colocan, generalmente, las mujeres. De docenas en docenas se van terminando así estos calzados que recorren en su puesta a punto varios talleres familiares, amén de exposiciones al sol en la acera de cualquier vivienda hasta que el comerciante recoge todo el material y empieza la peregrinación de su venta.

Una vez urdida la suela y golpeada con una paleta de madera que llaman “chamarí” se empieza el cosido, que se efectúa en forma transversal a la suela y de forma vertical. Una operación que a simple vista parece fácil requiere años de experiencia. Cuarenta puntos endiablados dará el alpargatero; dos costuras, una lateral y otra central o cadeneta y un cosido vertical o “enclavao” que dará fin a este hacer en el que habrá utilizado una aguja almará y un tiempo récord, que a lo máximo le proporcionará una docena de pares al día.

Las suelas así cosidas serán hermanadas a pares del mismo tamaño, como es lógico, para que en una última labor se le coloquen las lonas. Estas telas han sido cortadas mediante patrones según la talla y la forma de la alpargata. Las hay con elástico y sin él. Blancas y negras. A veces, caprichosamente, de vivos colores.

Cosidas las lonas con algodón solo queda el engrudo de la suela que las hace más resistentes. Estos artesanos desconfían de los productos con suelas de goma o similares. La región murciana del noroeste, especialmente Cehegín y Caravaca, son las localidades donde se pueden encontrar con más frecuencia artesanos alpargateros que sobre viven gracias al milagro de todos los días.

Carlos Gargallo

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