Rayet Guadalara 91 - 85 CB Balneario de Archena
Sólo la magia del baloncesto puede explicar lo vivido ayer en el San José. Sólo la ilógica de este deporte que escapa muchas veces a todo lo estadístico o lo táctico hace entender que el Rayet hiciera hincar la rodilla a un Balneario de Archena que durante 35 minutos dominó con suficiencia el encuentro. Pepe Llorente hacía y deshacía a su antojo, Spencer dominaba en el uno contra uno y el resto de ‘secundarios’ de uno de los equipos llamados a estar entre los elegidos cumplían con su papel. Pero para que el baloncesto sea mágico, necesita magos que hagan de la fantasía una realidad, de la ilusión su seña de identidad. Y el Rayet tiene uno, uno que ayer valió por cinco. Roberto Nuñez cogió su varita y, encendido ante la abrumadora superioridad rival, quiso engalanar el San José para que no desfalleciera el talismán que lo rodea. Lo aderezó con una buena dosis de carácter y de su chistera sacó nada menos que ocho triples (algunos de ellos lejanísimos) para dejar una victoria en casa que desde un principio se antojaba complicadísima. No sólo porque sobre el papel el Archena fuera mejor plantilla, sino porque desde el inicio, lo demostró.
Con una solidez abrumadora, con Spencer superando a todos sus pares en defensa, con Pepe Llorente excelso en el tiro de larga distancia y también en la dirección del equipo, el Balneario de Archena abrió hueco en el minuto 8 (10-20). Las continuas rotaciones, en parte obligadas, en parte necesarias para cambiar el ritmo del encuentro, introducidas por Javi Muñoz no empezaron a dar sus frutos hasta el segundo cuarto, cuando el Rayet se acopló a los sistemas del Archena jugando casi siempre con cuatro bajitos, incluso en ocasiones rehusando el juego con pívots. Fue en ese cuarto, cuando a golpe de triple, (hasta ocho se vieron en unos minutos) el conjunto alcarreño consiguió limar las diferencias que en cuanto a juego existían (39-42 al descanso; 50-52, ‘25). Fue ahí, cuando Rober empezó a atusarse la túnica para el show que más adelante daría.
Un arreón visitante, con Llorente como mano ejecutora (acabaría el encuentro con 26 puntos, pero eclipsado por Núñez en la recta final) parecía dejar el partido sentenciado (67-76, ‘35). Pero espoleado por su parroquia y arropado por dos gregarios de lujo: Zach Andrews y Diego Pérez (suyos fueron los triples de la puntilla), Rober decidió culminar su show dando una clase magistral de cómo se gana un partido.
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