Fuente: La VerdadUna oreja por coleta para Venegas y De Torres en Blanca
Decepcionó en conjunto el encierro de Cebada Gago, del que siempre se espera bravura. Esta vez, los novillos fueron de media faena, acabándose pronto, faltos de fondo, si bien es cierto también que recibieron sobrado castigo en varas. El primero, un colorao astifino, pero chiquito, sin cuajo ni romana, tuvo nobleza. Ante él anduvo sobrado José Carlos Venegas, pareciendo poca cosa el novillo para un novillero con oficio y que derrocha valor. Tomó dos puyazos el Cebada, lo que quizás acusó en la muleta, embistiendo con claridad pero falto de emoción.
Lo aprovechó el novillero en series en redondo por ambos pitones para acabar metido entre los pitones, con abrumadora superioridad sobre su supuesto enemigo. Se quedó son premio al fallar a espadas, precisando de dos pinchazos, casi entera y descabello. Si cortó una oreja del tercero de la tarde, vasto de hechuras, que embistió al paso y con la cara alta de salida. Lo brindó Venegas al torero alicantino Francisco José Palazón y el inicio de faena fue espectacular, en el centro del anillo con dos pases cambiados sin enmendar la plana. Aguantó el toro dos tandas por el pitón derecho con las zapatillas calvadas en la arena del torero de Jaén y ahí se acabó, viniéndose abajo. Tras media en lo alto paseó una oreja. Venegas también se lució en los quites realizados a los dos astados de su compañero, quien replicó en el último de la tarde por gaoneras, en uno de los mejores momentos de la tarde. Además de ese quite, Adrián de Torres mostró cosas interesantes. Torero alto, pero que compone bien la figura, muy vertical y gusta de torear con la mano baja. Su primero embistió con sosería y duró poco, tras recibir dos fuertes varas. Su buen corte y lo espectacular de al muerte de la res, que cayó patas arriba después de media estocada, le valieron para que el palco atendiera la petición de oreja del público.
La faena al último, ya a oscuras, la inició por estatuarios, con el toro encerrado en tablas, muy falto de raza, sacó naturales meritorios, pero debe practicar más con la espada. Se echó el Cebada tras el séptimo pinchazo.
Decepcionó en conjunto el encierro de Cebada Gago, del que siempre se espera bravura. Esta vez, los novillos fueron de media faena, acabándose pronto, faltos de fondo, si bien es cierto también que recibieron sobrado castigo en varas. El primero, un colorao astifino, pero chiquito, sin cuajo ni romana, tuvo nobleza. Ante él anduvo sobrado José Carlos Venegas, pareciendo poca cosa el novillo para un novillero con oficio y que derrocha valor. Tomó dos puyazos el Cebada, lo que quizás acusó en la muleta, embistiendo con claridad pero falto de emoción.
Lo aprovechó el novillero en series en redondo por ambos pitones para acabar metido entre los pitones, con abrumadora superioridad sobre su supuesto enemigo. Se quedó son premio al fallar a espadas, precisando de dos pinchazos, casi entera y descabello. Si cortó una oreja del tercero de la tarde, vasto de hechuras, que embistió al paso y con la cara alta de salida. Lo brindó Venegas al torero alicantino Francisco José Palazón y el inicio de faena fue espectacular, en el centro del anillo con dos pases cambiados sin enmendar la plana. Aguantó el toro dos tandas por el pitón derecho con las zapatillas calvadas en la arena del torero de Jaén y ahí se acabó, viniéndose abajo. Tras media en lo alto paseó una oreja. Venegas también se lució en los quites realizados a los dos astados de su compañero, quien replicó en el último de la tarde por gaoneras, en uno de los mejores momentos de la tarde. Además de ese quite, Adrián de Torres mostró cosas interesantes. Torero alto, pero que compone bien la figura, muy vertical y gusta de torear con la mano baja. Su primero embistió con sosería y duró poco, tras recibir dos fuertes varas. Su buen corte y lo espectacular de al muerte de la res, que cayó patas arriba después de media estocada, le valieron para que el palco atendiera la petición de oreja del público.
La faena al último, ya a oscuras, la inició por estatuarios, con el toro encerrado en tablas, muy falto de raza, sacó naturales meritorios, pero debe practicar más con la espada. Se echó el Cebada tras el séptimo pinchazo.
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