RECICLAJE
Esto de reciclar es algo que se ha convertido en un hecho totalmente necesario si queremos dejar un mundo medianamente saludable a nuestros nietos.
Dicho esto, también es verdad que es un total y absoluto coñazo. Si te lo tomas todo lo en serio que el tema merece, puedes acabar de los nervios.
No es que sea difícil, de hecho los niños parecen que tienen un sexto sentido para esto al igual que lo tienen para los videojuegos. Pero a una le ha pillado un poco más entrada en años y la cosa tiene su punto. A veces me veo mirando un resto de basura como si estuviera esperando que éste hiciera la merced de decirme de qué están compuestas sus entrañas y así saber en qué bolsa tengo que echarlo. Y es que hay cosas que son fáciles de catalogar, pero hay otras que no termino de tener su composición química muy segura. Hay plástico que parece papel y papel que parece plástico, por poner un ejemplo.
Además hay envases que no son tampoco especies puras, para darle más emoción a esto del reciclaje. Si quieres llevar hasta las últimas consecuencias tu filosofía recicladora, no hay quien te libre, por ejemplo, de estar pelando una botella de refresco o de agua como si fuera una cebolla. Porque una cosa es el plástico y otra es el papel y hay que separar lo uno de lo otro antes de tirarlas.
Yo no había pasado tanto tiempo entre basura como en los últimos meses de mi vida. Hay ratos que me siento en la tranquilidad de mi cocina para determinar en qué sección debo echar un objeto que, con las prisas de por la mañana antes de irme al trabajo, no he podido determinar cual era su ubicación dentro de los distintos desechos que tengo embolsados.
Con una cocina grande como la mía, el problema se suaviza pero ya no la tengo tan organizada ni tan bonita como antes y es que, además del cubo de toda la vida, siempre tengo dos o más bolsas colgadas por aquí y por allá para ir echando los distintos tipos de basura.
Esto de reciclar crea adicción porque cuando estuve pasando unos días en un pueblo, por cierto de Barcelona que parece increíble que allí no reciclen todavía, me costaba muchísimo trabajo mezclar el papel con el plástico, las latas y la basura orgánica.
Hay otra cosa muy simpática que ha traído esto del reciclaje y son las reuniones vecinales que se establecen alrededor de los contenedores de la basura. No es raro que todas las noches, y sobre todo a determinadas horas, se encuentren vecinos que mientras van de uno a otro contenedor echando los diferentes tipos de desechos, se intercambien saludos, comentarios, se ayuden unos a otros a agilizar la labor, en una palabra, se ha convertido en un lugar de encuentro como otro cualquiera.
Si cuando vas a tirar la basura tienes la suerte de que haya algún comerciante que tiene llave de los contenedores, en un segundo te deshaces de todo tu cargamento. Y es que no viene mal que, incluso ante la boca de un contenedor de basura, en algunas ocasiones alguien te meta por la puerta de atrás.
Dicho esto, también es verdad que es un total y absoluto coñazo. Si te lo tomas todo lo en serio que el tema merece, puedes acabar de los nervios.
No es que sea difícil, de hecho los niños parecen que tienen un sexto sentido para esto al igual que lo tienen para los videojuegos. Pero a una le ha pillado un poco más entrada en años y la cosa tiene su punto. A veces me veo mirando un resto de basura como si estuviera esperando que éste hiciera la merced de decirme de qué están compuestas sus entrañas y así saber en qué bolsa tengo que echarlo. Y es que hay cosas que son fáciles de catalogar, pero hay otras que no termino de tener su composición química muy segura. Hay plástico que parece papel y papel que parece plástico, por poner un ejemplo.
Además hay envases que no son tampoco especies puras, para darle más emoción a esto del reciclaje. Si quieres llevar hasta las últimas consecuencias tu filosofía recicladora, no hay quien te libre, por ejemplo, de estar pelando una botella de refresco o de agua como si fuera una cebolla. Porque una cosa es el plástico y otra es el papel y hay que separar lo uno de lo otro antes de tirarlas.
Yo no había pasado tanto tiempo entre basura como en los últimos meses de mi vida. Hay ratos que me siento en la tranquilidad de mi cocina para determinar en qué sección debo echar un objeto que, con las prisas de por la mañana antes de irme al trabajo, no he podido determinar cual era su ubicación dentro de los distintos desechos que tengo embolsados.
Con una cocina grande como la mía, el problema se suaviza pero ya no la tengo tan organizada ni tan bonita como antes y es que, además del cubo de toda la vida, siempre tengo dos o más bolsas colgadas por aquí y por allá para ir echando los distintos tipos de basura.
Esto de reciclar crea adicción porque cuando estuve pasando unos días en un pueblo, por cierto de Barcelona que parece increíble que allí no reciclen todavía, me costaba muchísimo trabajo mezclar el papel con el plástico, las latas y la basura orgánica.
Hay otra cosa muy simpática que ha traído esto del reciclaje y son las reuniones vecinales que se establecen alrededor de los contenedores de la basura. No es raro que todas las noches, y sobre todo a determinadas horas, se encuentren vecinos que mientras van de uno a otro contenedor echando los diferentes tipos de desechos, se intercambien saludos, comentarios, se ayuden unos a otros a agilizar la labor, en una palabra, se ha convertido en un lugar de encuentro como otro cualquiera.
Si cuando vas a tirar la basura tienes la suerte de que haya algún comerciante que tiene llave de los contenedores, en un segundo te deshaces de todo tu cargamento. Y es que no viene mal que, incluso ante la boca de un contenedor de basura, en algunas ocasiones alguien te meta por la puerta de atrás.
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