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lunes, 26 de enero de 2009

PERSONAJES MURCIANOS/ PEDRO JARA CARRILLO



“Jara es el periodista poeta, porque poesía ha sido aquella campaña que dio por resultado la creación de la Universidad; poesía fueron aquellos artículos que nos trajeron un Conservatorio; poesía son todos sus escritos con los que a diario procura el engrandecimiento de la región murciana.”
(Vicente Llovera, Comisario Regio de la Universidad, 1927)


Pocas figuras han contribuido tanto al engrandecimiento y mayor prosperidad de nuestra Región como el poeta, novelista, autor de cuentos y de obras de teatro, y combativo y señero periodista, Pedro Jara Carrillo (1876-1927). Difícilmente puede establecerse parangón para una tan estrecha unión del hombre con la tierra en que ha nacido, como la que representa la de este escritor con una Murcia por la que sintió verdadera devoción y a la que no escatimó el más mínimo celo ni las energías suficientes para defenderla en cuantas empresas necesitara.

Pedro Jara Carrillo nació en Alcantarilla el 11 de diciembre de 1876. Tres años después, dicha localidad sufrió los estragos de las inundaciones de los ríos Segura y Sangonera, conocidas como la Riada de Santa Teresa, que sembró la tragedia en nuestra región. A los quince años se traslada a Murcia para iniciar la carrera de Magisterio en la Escuela Normal y toma así contacto con una ciudad a la que amaría siempre de forma apasionada. En “El Diario de Murcia” comienza a publicar sus primeras poesías. El director del periódico, José Martínez Tornel, enseguida advirtió las cualidades del aspirante: “No he visto en mi vida muchacho tan joven como Pedro Jara, que escriba con tanta soltura y con tanta fluidez. Si no se malogra, creo que nos ha nacido un poeta de cuerpo entero.” Y en otras publicaciones de aquel tiempo como “Las Provincias de Levante”, “El Correo de Levante” (donde popularizó el seudónimo de Plácido Rojer de Larra al pie de sus “Instantáneas”, poesía festiva rebosante de costumbrismo localista, y que continuaría al pasar en 1903 a “La Correspondencia de Murcia” como redactor-jefe) siguió dejando muestras de su buen hacer lírico.


En 1904 dirige el periódico “Región de Levante”, en el que inició sus primeras campañas de orden social y político en las que tanto destacaría. Pero donde Jara va a dar la medida de su gran capacidad y talento como periodista, tenaz luchador en pro de unos ideales coincidentes con las nobles y justas aspiraciones de un pueblo que le va a prestar todo su apoyo, fue en “El Liberal”, al que se incorpora como director en marzo de 1911. No tardó en convertirlo en el diario de mayor tirada de Levante, alcanzando los 25.000 lectores en 1919. Entre las campañas que organizó citemos las encaminadas a la defensa de los intereses agrícolas, creación de un cuartel de Artillería para Murcia, construcción del Pantano de la Fuensanta, abastecimiento de agua para Murcia y Cartagena, creación de un Conservatorio de Música y Declamación y, sobre todo, la concesión de una Universidad.

La campaña para traer a Murcia una Universidad fue, sin duda, el mayor éxito periodístico que se apuntó Jara. Éste, tras un breve periodo de tiempo que empleó para madurar su idea, publicó el 6 de diciembre de 1913 un artículo titulado “Murcia necesita una Universidad” que fue el primer aldabonazo en pro de la obtención de tan importante institución cultural. En él enumera Jara las razones que hacen imprescindible y urgente su establecimiento en nuestra ciudad: la falta de recursos económicos impide a muchos jóvenes con capacidad y aptitudes para el estudio hacer una carrera superior; el desplazamiento de tantos jóvenes a Madrid, Valencia o Granada, como puntos más cercanos; el interés no sólo local, sino también regional de dicha empresa, etc.

Muy pronto se sumaron apoyos por parte de la prensa en general y de los políticos, así como de relevantes figuras de la vida cultural murciana, entre ellos el Maestro de Humanidades don Andrés Baquero (cuyo informe técnico sería decisivo para conseguir la Universidad). Constituida un Comisión Gestora, en la que se integra Jara Carrillo, ésta sale hacia Madrid para formular su petición. Tras muchos avatares, finalmente con la intervención decisiva de don Juan de la Cierva, se consigue el objetivo. El 29 de marzo de 1915, La Gaceta publica la Real Orden por la que se creaba la Universidad de Murcia, que se inauguró solemnemente el 7 de octubre de ese mismo año.


Entre 1920 y 1923 Jara fue concejal en el Ayuntamiento de Murcia, en donde centró toda su actividad siempre al lado del pueblo, en defensa de los más necesitados.

Pero el amor a su región no se detendría sólo aquí, sino que le inspiró también la letra del “Himno a Murcia”, que se estrenó la noche del 9 de junio de 1922. Una orquesta, compuesta por músicos murcianos, acompañando a un coro de 42 voces femeninas, interpretó por primera vez el “Himno”, que caló hondamente en todos los presentes.

En 1927, con motivo de la Coronación de la Virgen de la Fuensanta, se organiza un concurso para premiar la letra y la música de un himno a la Patrona de nuestra ciudad, del que saldrían triunfadores el poeta Pedro Jara y el compositor Jerónimo Oliver Albiol, director de la Banda del Regimiento de Infantería de Marina de Cartagena. A su primera interpretación, Jara, ya gravemente enfermo, no pudo asistir. Moriría el 4 de octubre, sin haber podido escuchar aquella hermosísima obra, que el pueblo murciano continúa cantando con honda y entrañable emoción.

Figura 1. Manuscrito del Himno a la Virgen de la Fuensanta


Por lo que se refiere a su obra poética, Pedro Jara Carrillo, ganador de muchos Juegos Florales y de otros certámenes líricos de su tiempo, se sitúa dentro del ambiente literario de encrucijada que domina por aquellos años y contribuye con su varia producción al desarrollo de los diversos caudales literarios del momento. Por un lado, se circunscribe a la poesía postromántica, con manifiesta presencia de tonos simbolistas y metros propios del modernismo en sus primeros libros: Siemprevivas (1901) Relámpagos (1902), Gérmenes (1903)y Cocuyos (1905); para después, a partir de Besos del sol (1912), iniciar un modernismo a lo Rueda.

El prof. Juan Barceló Jiménez, en su artículo “Modernismo y escritores murcianos” clasifica a Jara Carrillo como poeta de signo modernista, tan ligado a su ciudad que empapado de sus bellezas canta cuanto le rodea. Y subraya, además, su amistad con Salvador Rueda y Vicente Medina.


Figura 2. Carta de Salvador Rueda


Los temas fundamentales que Jara cultiva en sus versos son el amor –hondamente sentido la mayoría de las veces, y especie de juego poético o con una visión objetiva, externa, otras-, y la muerte –que, como la vida, es una realidad inmutable que se cierne sobre todo lo creado, y que Jara desarrolla elegíacamente unas veces, de manera trágica y macabra, otras-.

Otros temas serían la melancolía, lo patriótico y social y algunos más circunstanciales como las flores, la guitarra, los toros o lo religioso, acusando diversas influencias de otros escritores a nivel nacional como Bécquer, Rosalía, Núñez de Arce, Campoamor, Ricardo Gil, Rubén Darío o Salvador Rueda; y también de sus paisanos como Polo de Medina, Frutos Baeza, J. Martínez Marín-Baldo o Vicente Medina.

Por último señalar también los aspectos costumbristas que aparecen con relativa frecuencia en sus versos, como el trabajo en el campo, siempre desagradecido al sobrevenir calamidades que afligen al huertano, expresados en poemas como “La riá”, “El desahucio” o “La inundación”, y los que hacen referencia a tradiciones, usos y costumbres, tan celosamente conservadas cual los atuendos que se guardan en el arca, y que la huertana desempolva sólo con motivo de las fiestas más entrañables: boda, feria, bailes, etc. (El aroma del arca, 1929, libro póstumo).

“Arca huertana, perfumado
rincón de hogar donde está toda
grata memoria del pasado;
desde el refajo rameado
a la basquiña de la boda.

Desde la armilla reluciente
de luminosas lentejuelas,
a las postizas vihuelas
con que en sus quince y en sus veinte
parrandearon las abuelas.”

En cuanto a su producción narrativa, compuesta por catorce cuentos y dos novelas, su obra más conocida es Las caracolas (1920), subtitulada novela de costumbres murcianas. Se trata, en realidad, de un extenso relato folletinesco en el que dos jóvenes, María y Antonio, se enamoran sin saber que son hermanos. La novela se inscribe en el modelo de literatura regionalista y popular que habían desarrollado antes que Jara, Díaz Cassou, Martínez Tornel o Frutos Baeza, entre otros. Su título alude a la antigua costumbre de los huertanos de hacer sonar las caracolas para avisar de la amenaza de inundación. Los profesores Díez de Revenga y Mariano de Paco han señalado el tinte de novela naturalista que inscribe a Jara en la línea de un Blasco Ibáñez, subrayando el determinismo que marca la relación del hombre con el medio en que vive.

Finalmente, en lo que se refiere al teatro, un género menor en la obra de Jara, éste sólo escribió seis breves piezas, de las que destacaríamos el monólogo Un telegrama (1901) y Del retablo mariano (1927).

Pedro Jara Carrillo fue un espíritu romántico, enaltecido por una fina sensibilidad que lo lleva a trascender poéticamente los límites de la vulgaridad que la vida podía mostrarle. La vida le sugiere, le delata y confirma una suerte de inspiración que el poeta, el hombre, no duda en realizar.

Decía Ortega que “la obra de arte es un trozo de la vida de un hombre”. Pues bien, en el caso de nuestro escritor esta afirmación cobra un hondo sentido, dado que resulta extremadamente fácil exhalar desde su entrañable humanidad ese esquema sutil y transparente del que la obra no es sino un simple resultado.

Sin duda, puede afirmarse que Jara Carrillo representa una postura noble y valiente, -comprometida incluso-, ante la literatura, ante el periodismo, ante la política, ante la vida…

Amó a Murcia, y quiso permanecer siempre en ella, cantando con su lírica todas sus bellezas y luchando agresivamente desde su cátedra de periodismo por una serie de realizaciones que mejoraran la vida de todos los que habitaban en ella. Su mayor felicidad radicaba en pasear por las calles de Murcia y por los senderos de su huerta, encontrando en su luz, en su paisaje, en sus rincones, en sus monumentos, en sus gentes, motivos de arrobada inspiración.

El periodista Luis Carrasco Gómez definió con mucha exactitud al personaje y al amigo: “Sin vanas ostentaciones incompatibles con su modestia, Jara Carrillo dio buen ejemplo de aristocracia de espíritu, y es por eso por lo que su labor periodística –nada fácil- se la consideró constante lección de ciudadanía. Su formación espiritual recuerda la de los próceres varones de la Grecia clásica. Como complemento, era sencillo en el trato social, efusivo en alto grado, amigo de todos con marcada inclinación hacia los humildes, espejo de hidalga caballerosidad. Finalmente, Jara Carrillo llegó a ser, sin pretenderlo, maestro y guía de una juventud romántica y soñadora, llena de inquietudes.”


BIBLIOGRAFÍA:

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