Suena como una
conocida serie de televisión, aunque por desgracia, esto no es ficción, es la
realidad. Esta profunda, llamémosle por su nombre, recesión económica, ha
conseguido que se retrocedan varios enteros en la disposición de las empresas a
la hora de mantener y potenciar sus políticas ambientales.
Echando la vista
atrás, las noticias y publicaciones relacionadas con el medio ambiente hablaban
largo y tendido sobre el cumplimiento escrupuloso de la legislación ambiental,
la bondad de la implantación de sistemas de gestión medioambiental en las
organizaciones, de ir más allá y publicar estas políticas y sus logros e
incluso, de llegar a integrarlas en la responsabilidad social de la
organización. Para que estos hechos se consumaran, las organizaciones
empresariales organizaron toda clase de eventos y cursos y se contó con el
apoyo de las administraciones, que incluyeron en la legislación artículos para
el fomento de estas prácticas. Esta crisis ha supuesto un frenazo casi en seco
para todos estos esfuerzos.
Con este panorama
es lógico que las empresas estén muy centradas en las actividades productivas y
en la venta y gestión de clientes. Sin embargo, sus obligaciones ambientales
siguen ahí, y las modificaciones que introduce la legislación se siguen
produciendo. Es más, la administración, encargada de velar por el cumplimiento
de las leyes, no va a dejar de imponer las sanciones correspondientes a los
incumplimientos detectados. Esto nos lleva a que, a pesar de la crisis, el
panorama medioambiental no ha cambiado. Todas las obligaciones y necesidades se
han mantenido y por tanto la atención que se le ha de prestar a este asunto
debe ser aun mayor, ahora que una sanción o un accidente podrían desembocar en
una situación muy grave para la empresa.
Sin embargo, hay
muchas cosas que se pueden hacer. La gestión ambiental es una gestión
ahorrativa. Si releemos los principios de la gestión ambiental veremos que se
enfatiza este espíritu de reducción del despilfarro. Frases como “RRR, reducir,
reutilizar, reciclar” y ahora valorizar, o “el residuo más barato para
gestionar es el que no se produce” (y lo mismo se puede decir de una emisión a
la atmósfera o de un vertido al agua) lo hacen bueno. Esto mismo ocurre con los
recursos y materias primas: un litro de agua que no se gasta no solo no hay que
pagarlo, sino que no hay que pagar su depuración y su vertido, ni los impuestos
asociados: ¡es un triple ahorro!
Además se han de
observar con especial atención las obligaciones ambientales periódicas de la
empresa, cumpliendo puntualmente los plazos y requisitos de presentación y
manteniéndose al día de los cambios que se puedan producir en las disposiciones
legales y en el propio funcionamiento de la empresa que puedan afectar a su
régimen de autorización, como la introducción de nuevas tecnologías, el cambio
de maquinaria, el cierre o apertura de líneas de proceso, que deben ser
valorados, con recursos propios o con el apoyo de los profesionales en la
materia, además de su coste en euro, en la amplitud de su efecto sobre la
gestión ambiental de la empresa. Estos cambios, además de ser obligatorio que
sean comunicados a la administración, pueden traer la necesidad de realizar
mediciones e informes de evaluación, con los consiguientes costes asociados, o
por el contrario, suponer un ahorro en este sentido.
En la mayor parte
de la empresas, la gestión ambiental supone un porcentaje muy pequeño de los
gastos fijos y con la observación de estas leyes, sistemas de gestión
ambiental, técnicas ecoeficientes y buenas prácticas, se consiguen ahorros que
son muy significativos, además de evitar sanciones que pueden ser muy gravosas.
El balance es claramente positivo para la empresa. En resumen, en las crisis no
hay que descuidar la gestión ambiental, se deben destinar a ella los recursos
económicos y humanos necesarios para conseguir ahorros y mejoras, evitando
asimismo accidentes y sanciones.
Isidro Sánchez Egea.
Responsable del
área de calidad y medio ambiente industrial.
Carrillo Asesores
Tributarios.Abogados S.L.P.